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Algo se rompió

Mauro/Lorna/Mauro y otra vez Lorna Anibal Izquierdo Green Sentían el mismo aroma de una flor inexistente. Se habían conocido en las ...


Mauro/Lorna/Mauro y otra vez Lorna
Anibal Izquierdo Green

Sentían el mismo aroma de una flor inexistente. Se habían conocido en las peores circunstancias. Él la vió quitarse el anillo de bodas y guardarlo en un cajón. Fuerte de decir, pero así era: Lorna dejó a Manuel. Mauro dejó a Greta.

Pero a pasos agigantados, Mauro descubría a Lorna por todas partes. Empezaba a serlo todo, esa fragancia de esa flor que nunca existió. Qué sería? Esa sensación de la primera vez inundaba todo... pero no, no era la primera vez, no era la única ocasión, no era algo nuevo. Y sí, Lorna decía lo mismo. Lorna opinaba igual.

Pasó el tiempo. Inexorable, deslizó una invisible lluvia que riega y hace crecer las raíces que afianzan las almas. Así se encontraron ante esa vorágine de sentimientos que, a la postre debería de desembocar en el amor.

Se convirtieron en ellos dos. Uno para el otro, dirían por ahí. Sin tener más nada qué hacer más que pensar: él, en sus ojos; ella, en sus manos;  y dejaban al mundo seguir su curso. Ellos se habían detenido en un instante preciso. Quizá en el momento que suponían adecuado. Pero suponer jamás da la certeza.

Sucedió que, bajo ese viejo adagio de que no hay amor sin dolor, Greta buscó a Lorna bajo el influjo de un fuerte despecho, impetuoso e inexplicable, sabiéndose la que llegó primero y olvidando que se abandonó del mismo modo, así se enfrentó a quien no debía, en un círculo de dolor y escándalo. Y si bien Lorna no se dejó caer, algo dentro de ella sí se dejo vencer. Y quizá decidió luchar... pero algo muy adentro marcó los límites.

Y a Mauro la situación no le fué tan distinta. Manuel le siguió hasta acorralarle y reprocharle su destructora y reprobable actitud. Le pidió comprensión, había hijos de ambos lados... y Mauro le dirigió el más profundo de los silencios, tratando de ser aquél guerrero que combate en una batalla que no le corresponde.

Dos incidentes. Dos puntas de lanza. Dos coronas de espinas. En ocasiones, Lorna le reclamaba a Mauro el porqué no tomó partido, porqué nunca se desquitó con Greta, porqué jamás cobró venganza. Y por dentro, moría por haberse llevado ella, la dulce y bella Lorna la fuerza de los golpes y los gritos... y él, el despreocupado Mauro, sólo la fuerza de los insultos.

Y sí. Algo se rompió.

Parte de lo que compone el hecho de amar radica en soportar. Si no es tanto como poner la otra mejilla, sí lo es el comprender que fortuitamente le pueden pasar al otro cosas terribles por causa de uno; cosas que el otro, con la única consigna de vivir las experiencias del corazón, decide soportar una y otra vez si es necesario, porque ama decididamente. Porque decide seguir andando ese camino. Porque definitivamente ha elegido soportar.

Si consideramos lo anterior como una máxima, bien podríamos decir que no había más amor en Lorna. No pudo soportar, y se marchitó. Esa luz en esos ojos se apagó. y Mauro, en el eterno afán de traer de vuelta a su amada, desmenuzó esta historia en millones de momentos. Quizá en un futuro, no muy lejano (esperemos), conozcamos algunos de ellos. 


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