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Crónica de un día en Campetronia

Viernes otra vez Coco loco y te veo reflejada en la televisión Y porqué duermes en Madrid y despiertas en Tokio mientras el clima no puede s...

Viernes otra vez
Coco loco y te veo reflejada en la televisión
Y porqué duermes en Madrid y despiertas en Tokio
mientras el clima no puede ser mejor?
Y porqué brillas al caminar
mientras amarras tu pelo y piensas en cantar?
Plastilina Mosh, "Peligroso Pop" del álbum "Hola Chicuelos"
Y quien iba a pensar que el blue-ray iba a ser el factor revolucionario más importante del milenio? Tome mis blue-ray portátiles y me dirigí a la estación de aerobuses, solo para comprobar que el de las siete de la mañana ya se había ido. "Bienvenido a Campetronia" me dijo el señor que vendía los lentes ultravioleta. "Nos hubiéramos quedado como estábamos" continuo diciendo.
"Todo tiempo pasado fue mejor", le dije mientras le daba la espalda y enfilaba hacia la salida de la estación. "Además, el aerobús salio a tiempo". "Nunca se sabe, nunca se sabe con esas cosas", fue lo único que alcance a oírle.
No sé porque le dije eso del tiempo pasado. Nuestro nivel de vida es envidiable en comparación con la del resto de los países emergidos.
Subí por las escaleras que salen justo a un costado de la Catedral. Todo Campetroniano sabe que desde que nuestra nación se llamaba Campeche, la Catedral ha estado ahí para recordarnos que el que no cree en algo se lo lleva la chingada. Por cierto: Campetronia se llamo en alguna época Campeche, y fue un estado de la Republica Mexicana. La Republica Mexicana, a su vez, fue vecina de los Estados Unidos de América, que ocuparon el territorio que hoy es la cordillera fría. No es un secreto que nuestros excesos en contra de la naturaleza y su sistema de cosas origino la gran SD (sístole-diástole) del 2030: El planeta tierra, visto como un ser vivo, "drenó" su organismo, provocando sismos, erupciones, deslaves, tormentas…
Para hacerlo corto, y para los que no lo saben, a todas las naciones que sobrevivieron se les denomina países emergidos, y a los que no, áreas vacías. Pero todos sabemos eso, no? Para eso pagamos impuestos, para sufragar el alumbrado público, los sistemas de hipnoaprendizaje, la fibra óptica, las oxigenadoras y las bibliotecas: Obsoletas, pero bueno… servirán a los incultos que deseen cultivarse y saber cómo fue que nos erigimos como nación.
Me acuerdo perfectamente que las hamburguesas las hacían de res y las coca-colas… bueno, las coca-colas siempre han sido coca-colas. Fui a una maquinita expendedora que prácticamente me escupió la hamburguesa. Y por suerte, la coca-cola aún viene en lata.
Me engullía mi sacrosanto desayuno cuando ví que el turbocolectivo encendía aún sus propulsores. Me impulsé con toda la potencia de que fui capaz para alcanzarlo pero el cablecito de los blue-ray se me atoró entre las piernas y caí cuan largo y gordo soy: lentes por ahí, hamburguesa por allá, aparatito de sonido por acullá…
Afortunadamente para mí, el androide que controla los sistemas de limpieza del parque principal me vio caer, y rápidamente recogió mis cosas y me las ofreció con un ¿está usted bien?
Dios bendiga al cerebro positrónico y a esa capacidad de aprender que le da a nuestros androides un irreverente toque humano: pero a veces, siento un temor muy profundo, casi vergonzoso, cruel… Y es que según la ciencia ficción, un cerebro artificial que logra aprender puede discernir también, y, desafiando las leyes de la robótica, puede efectivamente rebelarse contra su creador.
Pero no creo que eso ocurra hoy, verdad? Fue lo que pensé, y a zancadas logré colgarme del turbocolectivo. Ahhh! La brisa matinal de Campetronia en la cara, colgado del transporte público y lleno de salsa de tomate (o flavorizze du tomato, como quiera decirle), me hicieron sentir una irrefrenable alegría. La alegría del espíritu libre.
Descendí en mi parada, y observe a un androide llevar a un pequeñuelo a jugar al parque aledaño. La escena consiguió hacerme sentir culpable por haber pensado tales cosas sobre el pobrecito cerebro positrónico. A que sabía el lechón tostado? Recuerdo el nombre del guiso, me acuerdo del animal con que se hacia…
Descubrí con sobresalto que se me había perdido mi carnet de acceso global. No tenía ninguna otra forma de entrar a mi oficina más que esa, así que me resigne a esperar a alguien que, como yo, llegara con retraso de hora y media.
Y enfilé hacia la entrada principal del edificio en donde se halla mi oficina.
Y, oh sorpresa! Justo a la entrada de mi oficina había un pequeño aeromotor echando humo por el frente: se había estrellado justo contra los controles maestros y en la cara de todos mis compañeros se podía ver una resplandeciente felicidad. Claro está, al no haber controles maestros los checadores de entradas y salidas no funcionaban, por lo que pude entrar campantemente a mi oficina y poner (manualmente, con un bolígrafo de emergencia para cuando no hay energía), la hora en que llegué a trabajar. Puse 6:50, aunque la entrada es a las 8:00 y eran las 9:45. Quién podría comprobar la verdad?
Y claro, sin controles maestros, las secretarias charlaron y charlaron por horas, los de sistemas visitaron miles de páginas porno, los de intendencia se llenaron los bolsillos de jaboncitos y perfumes, los administrativos se dedicaron a duplicar software exclusivo de la empresa y yo me dediqué a hacer a ratos, todo lo descrito antes.
Un día excelente. Excelente. Incluso pude flirtear con aquella secretaria hermética que solo sonríe cuando le saludas. Descubrí que por las tardes se dedica a tocar el bajo en un grupo cyberpunk denominado trylobyte, y que como yo, siente fascinación por la mitología maya.
Dos empleados de mantenimiento arrastraron hacia adentro el aeromotor. Fui a echarle un vistazo, y descubrí que tenía puesto el chip de arranque. Ni tardo ni perezoso enderecé el vehículo y me dispuse a hacer algunas piruetas para deleitar a mi nueva y punketa amiga.
El rugir del motor marcó el inició de mi set acrobático. Dí una serie de vueltas por los pasillos, cuando un inesperado "clic" alteró todo el funcionamiento del vehículo: la máquina enloqueció, y por ratos el aeromotor aceleraba sin piedad y por momentos hacía una especie de "tosido". Al intentar bajarme durante uno de esos ataques de "tos", un acelerón brutal me hizo salir disparado del aeromotor. Mi cuerpo salió volando por los aires. Volé un par de segundos, y pude ver con qué me iba a dar en la torre. Solo atiné a cerrar mis ojos y…
Blam!!!
Abrí los ojos y observé que diez pares de otros ojos me observaban con una mezcla de burla y compasión. El destartalado camión había cruzado sobre una serie de baches, con tal velocidad que el vehículo se meció, haciendo que mi cabeza se estrellara contra el vidrio de la ventana. Al ir yo profundamente dormido, desperté de pronto y sin saber que pasaba: solo sentía dolor en mi sien derecha y ganas de mentarle su madre a los diez que me observaban.
Minutos después, al estar en tierra firme, recapitulaba los acontecimientos de mi sueño: estaremos listos para una sociedad asi? No lo sé. No creo que nadie lo sepa. Pero eso sí: todo tiempo pasado fue mejor. Observe su entorno hoy: lo va a extrañar mañana. Campetronia nunca va a llegar: habrá que ir por ella, aunque sea en sueños. No puede soñar? Aborde un camión de "directo" a las once del día: el calor, el olor a sudor, el ruido del tráfico, la trágica música que escucha el chofer y las dos horas de trayecto seguro que le harán alucinar. Dulces sueños.
P.D. Si alguien logra llegar a Campetronia, sería tan amable de ir al depósito de objetos extraviados y traerme mi carnet de acceso global? Se lo agradeceré mucho.

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