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Lo más hermoso de Dios es que nosotros lo creamos. Y entonces una voz fuerte, convincente, autoritaria y sincera exclama: "Solo así re...

Lo más hermoso de Dios es que nosotros lo creamos.
Y entonces una voz fuerte, convincente, autoritaria y sincera exclama: "Solo así recibireís, y recibireís al ciento y al mil por uno, solo así hermano, contribuyendo..."
La multitud no duda mucho en hurgar en sus bolsillos. Sólo los mas "aporreados" dudarán en mandar su donativo a lo más intrínseco de las alturas. Solo los más miserables preferirán quitarse algunos destellos de la gracia celestial para poder comer aquí en la tierra.
Pero los demás, los verdaderamente comprometidos con la metalizada palabra de Dios, obedecen ciegamente el ancestral (y obsoleto) mandato de aportar el diez por ciento de sus ingresos totales, para recibirlo después, mucho después, al ciento y al mil por uno. Mientras tanto, reciben de sus esferas de influencia una serie de predicciones positivas o mejor aún, impresionantes augurios formados con extractos y fragmentos de citas bíblicas. Y dichos rompecabezas pueden, ciertamente, sanar gente. La fe mueve montañas.
Caen las personas en trance, invadidos por el Espíritu Santo. Risas, cuchicheos, susurros, pláticas con el invisible integrante de la divina tríada. Los no invadidos, los no inundados, los no llenos, toman un refresco y comen tamalitos en las inmediaciones. Los más vivos escuchan música moderna que, finalmente, es una versión musicalizada de lo mismo. La música mundana es repugnante, señalada y perseguida. Se proclama la participación del ángel más bello del mundo en toda la música "de afuera" asegurándose que los mensajes ocultos incitarán al escucha a obrar contra su voluntad de una manera muy sutil.
Y el libro más antiguo del mundo, aquel escrito en rollos, sirve de excusa y pretexto a todo. Justifica la bebida, el tabaco y la promiscuidad. No sirve de nada para el grueso del gremio el preguntar el porqué de acciones a todas luces contrarias a la doctrina, pues las más encumbradas mentes encontrarán en el libro la respuesta indicada. Abrumadora, la respuesta incluso generará un sentimiento de culpa en quien haya osado observar el comportamiento de algún superior.
No debemos de dudar cuando afirmamos que el sexo está presente en todas partes. El placer carnal solo puede ser acallado en esta tierra, y la fornicación es inminente. La pureza es un estado ideal y meramente dogmático. Se buscará la última opción en aquel bíblico Onán, a quien se le ofrecían sacrificios de uno mismo. Habremos de entender al engaño como sugerencia y a la mentira como un consejo. Así se logra fornicar sin agitar las aguas ni las mentes.
No puede uno irse sin recibir la eterna promesa de la felicidad y el progreso. No puede terminarse el momento sin que alguien sane. No puede caer el telón sin que alguien se convierta. No puede uno irse sin poner en entredicho la reputación de la lógica, la ciencia y la naturaleza.
No podría uno ascender sin vaciar sus bolsillos.
El avance de la sociedad moderna hace irrepetibles situaciones y circunstancias. Jamás lloverá sangre, el tiempo jamás se detendrá. No podemos dudar de los acontecimientos pasados dado que no estuvimos ahí. Deberíamos de considerar la metáfora como un elemento distorsionador al paso del tiempo. Pero en definitiva, siempre existirán personas que crean que es mejor que otra persona piense por ellos. Que fornique a sus hijas en silencio en pos de la salvación, Que corrompa a sus hijos a cambio del paraíso. Siempre habrá.
En tanto no ocurra un acontecimiento verdaderamente significativo de la consistencia de la realidad, todo esto seguirá existiendo. Creyentes y herejes, salvos y pecadores, santos y malditos.
Los videntes, profetas de esta nueva era, desfasan sus predicciones en este contexto de justificantes dogmáticos. Los corderos, auténticos corderos, adoran mentes perversas. Mentes que pueden conmover masas desde el púlpito, y que pueden violar a sus propios hijos en el silencio de sus madrigueras.
Y Dios, desde que la mente humana concibió a cualquier ente superior como tal, ha sido cruel pero justo, tolerante como implacable. Tal vez deberíamos esperar el desenlace de todo esto, pero también es quizá el momento para un nuevo comienzo. Como quiera que sea, no hay Dioses atroces hoy día.

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